google-site-verification: googled0ea17a6ededd64f.html Por siempre feliz: Oraciones San Miguel Arcángel

domingo, 14 de agosto de 2016

Oraciones San Miguel Arcángel

Puedo ser ¿Feliz? Compruébalo tú mismo

Recuerda rezar lo que continúa después del Rosario del Señor de la Misericordia.
Con la fe y seriedad que implica este rezo.

Rosario o Coronilla a San Miguel Arcángel
 Persígnate

Acto de contrición

Dios mío, me arrepiento de haberte ofendido, porque eres infinitamente bueno y amable, propongo firmemente mediante tu gracia no volver a ofenderte, aun a costa de la vida, señor, con tu infinito poder y virtud, y por los méritos de la pasión y muerte de tu glorioso hijo, te suplico tenga yo limpio el corazón, la lengua dominada, y haga obras que te agraden. Amén

Oh Dios, ven en mi ayuda.
Apresúrate, Señor a socorrerme. Gloria al Padre...
 en el nombre del padre…

Se empieza el Rosario rezando en la medalla, la siguiente invocación:
V. Oh Dios, Ven en mi ayuda.
R. Señor, apresúrate en socorrerme.
Gloria al Padre, Etc…   Y continuas con las Salutaciones o saludos que son 9:

 Salutaciones o saludos


 1.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro celestial de los Serafines, que Dios Nuestro Señor prepare nuestras almas, y así recibir dignamente en nuestros corazones el fuego de la Caridad perfecta. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

2.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro celestial de los querubines, Que Dios Nuestro Señor nos conceda la gracia de abandonar los caminos del pecado y seguir el camino de la Perfección Cristiana. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

3.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro celestial de los Tronos, que Dios Nuestro Señor derrame en nuestros corazones el verdadero y sincero espíritu de humildad. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

4.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro celestial de Dominaciones, que Dios Nuestro Señor nos conceda la Gracia de controlar nuestros sentidos y así dominar nuestras pasiones. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

5.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de Potestades, que Dios Nuestro Señor proteja nuestras almas contra las asechanzas del demonio. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

6.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro de las Virtudes, que Dios Nuestro Señor nos libre de todo mal y no nos deje Caer en la tentación. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

7.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro celestial de los Principados, que Dios Nuestro Señor se libre llenar nuestras almas con el verdadero espíritu de la obediencia. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

8.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro celestial de los Arcángeles, que Dios Nuestro Señor nos conceda la Gracia de perseverancia final de la Fe y en las Buenas obras y así nos lleve a la Gloria del Paraíso. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

9.- Por la intercesión de San Miguel y el Coro celestial de los Ángeles, que Dios Nuestro Señor nos conceda la Gracia de ser protegidos por ellos durante esta vida mortal y que nos guíen a la Gloria Eterna. Amén.
Un Padrenuestro y tres Avemarías.

En las cuatro cuentas después de la medalla se reza un Padrenuestro en honor de cada uno de los siguientes Ángeles, como se indica:

1ro. A San Miguel Arcángel            Padrenuestro
2do. A San Gabriel                         Padrenuestro
3ro. A San Rafael                           Padrenuestro
4to. Al Ángel de la Guarda             Padrenuestro

El Rosario de San Miguel se termina con las siguientes oraciones:
Oh Glorioso Príncipe, San Miguel, Jefe Principal de la Milicia celestial: Guardián fidelísimo de las almas: Vencedor eficaz de los espíritus rebeldes; fiel Servidor en el Palacio del Rey Divino, sois nuestro admirable Guía y Conductor. Vos que brilláis con excelente resplandor y con virtud sobrehumana, libradnos de todo mal. Con plena confianza recurrimos a vos. Asistidnos con vuestra afable protección; para que seamos más y más fieles al servicio de Dios, todos los días de nuestra vida.
V. Rogad por nosotros, oh glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.
Oración
Omnipotente y Eterno Dios, os adoramos y bendecimos. En vuestra maravillosa Bondad, y con el misericordioso deseo de salvar las almas del género humano, habéis escogido al glorioso Arcángel, San Miguel, como Príncipe de vuestra Iglesia. Humildemente os suplicamos, Padre celestial, que nos liberéis de nuestros enemigos. En la hora de la muerte, no permitáis que ningún espíritu maligno se nos acerque, para perjudicar nuestras almas. Oh Dios y Señor nuestro, guiarnos por medio de este mismo Arcángel. Enviadle que nos conduzca a la Presencia de vuestra Excelsa y Divina Majestad. Os lo pedimos por los méritos de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

PODEROSA INVOCACIÓN PARA PEDIR PROTECCIÓN

¡Adoración! ¡Adoración! ¡Adoración!
¡A Ti oh arma poderosa!
¡Adoración! ¡Adoración! ¡Adoración!
¡A Tu Sangre Preciosa! Misericordioso Jesucristo
Agonizante, derrama Tu Sangre Preciosa sobre las almas. Satisface nuestra sed, y vence al enemigo. Amén.
Poderosa Sangre de Salvación, combate al enemigo
Poderosa Sangre de Salvación, combate al enemigo
Poderosa Sangre de Salvación, combate al enemigo

ORACIÓN DE COMBATE A SAN MIGUEL
Te pido permiso Padre Celestial para llamar a San Miguel Arcángel, Padre nuestro….

San Miguel Arcángel:

Defiéndenos en la pelea contra Satanás y sus demonios; se nuestro amparo y protección; que el Altísimo te dé el poder y permiso para que nos asistas y que Dios haga oír su voz imperiosa para que expulse a Satanás y sus demonios que quieren hacer perder a la humanidad.

San Miguel nos dice lo siguiente:
Hermanos: Cada vez que oréis con mi exorcismo, llamadme primero tres veces, con mi grito de combate:

            YO TE LLAMO Con este grito
Quién como Dios Nadie es como Dios
Quién como Dios Nadie es como Dios  
Quién como Dios Nadie es como Dios
Que tu grito someta a Satanás y sus demonios bajo nuestros pies Amén

El Exorcismo de León XIII 

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

Salmo 67.
Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos
y huyan de su presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos,
como, se derrite la cera ante el fuego,
así perecerán los impíos ante Dios.

Salmo 34.
Señor, pelea contra los que me atacan;
combate a los que luchan contra mí.
Sufran una derrota
y queden avergonzados los que me persiguen a muerte. Vuelvan la espalda
llenos de oprobio los que maquinan mi perdición.
Sean como polvo frente al viento
cuando el Ángel del Señor los desbarate.
Sea su camino oscuro y resbaladizo,
cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte,
sin razón me abrieron trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto,
que los enrede la red que para mí escondieron;
que caigan en la misma trampa que me abrieron.
Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Súplica a San Miguel Arcángel.

Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial,
Arcángel San Miguel,
defiéndenos en la lucha
que mantenemos combatiendo
“contra los principados y potestades,
contra los caudillos de este mundo tenebroso,
contra los espíritus malignos esparcidos por los aires” (Ef. 6, 12). Ven en auxilio de los hombres
que Dios creó incorruptibles a su imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan “alto precio rescatados” (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio.

Con las huestes de los ángeles buenos pelea hoy
los combates del Señor,
como antaño luchaste contra Lucifer,
corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer,
y perdieron su lugar en el Cielo.
“Fue precipitado el gran dragón, la antigua serpiente
el denominado diablo y Satanás,
el seductor del universo:
fue precipitado a la tierra
y con él fueron arrojados sus ángeles” (Apoc. 12,.8-9).

He aquí que el antiguo enemigo y homicida
se ha erguido con vehemencia.
Disfrazado de “ángel de luz” (II Cor. 11, 14)
con la escolta de todos los espíritus malignos
rodea e invade la tierra entera, y se instala en todo lugar, con el designio de borrar allí el nombre de Dios
y de su Cristo,
de arrebatar las almas
destinadas a la corona de la gloria eterna,
de destruirlas y perderlas para siempre.

Como el más inmundo torrente,
el maligno dragón derramó sobre los hombres
de mente depravada y corrompido corazón,
el veneno de su maldad: el espíritu de la mentira,
de la impiedad y de la blasfemia;
el letal soplo de la lujuria,
de todos los vicios e iniquidades.
Los más taimados enemigos
han llenado de amargura a la Iglesia,
esposa del Cordero Inmaculado,
le han dado a beber ajenjo,
han puesto sus manos impías
sobre todo, lo que para Ella es más querido.
Donde fueron establecidas la Sede
de San Pedro y la Cátedra de la Verdad
como luz para las naciones,
ellos han erigido el trono de la abominación
de la impiedad, de suerte que,
golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey.
Oh invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios
contra la perversidad de los espíritus
que le atacan y dale la victoria.

La Iglesia te venera como su guardián y patrono,
se gloría que eres su defensor
contra los poderes nocivos terrenales e infernales;
Dios te confió las almas de los redimidos
para colocarlos en el estado de la suprema felicidad. Ruega al Dios de la paz que aplaste al demonio
bajo nuestros pies,
para que ya no pueda retener
cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia.

Ofrece nuestras oraciones al Altísimo,
para que cuanto antes desciendan sobre nosotros
las misericordias del Señor (Salmo 78, 8),
y sujeta al dragón, la antigua serpiente,
que es el diablo y Satanás, y, una vez encadenado, precipítalo en el abismo,
para que nunca jamás pueda seducir a las naciones (Apoc. 20). 

Después de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia,
nos disponemos a rechazar
la peste de los fraudes diabólicos,
confiados y seguros
en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.

He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.
R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).

Oremos.
Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
invocamos tu santo Nombre
y suplicantes imploramos tu clemencia,
para que, por la intercesión
de la Inmaculada siempre Virgen María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel,
de San José Esposo de la Santísima Virgen,
de los santos Apóstoles Pedro y Pablo
y de todos los Santos,
te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás
y todos los demás espíritus inmundos
que vagan por el mundo
para dañar al género humano
y para la perdición de las almas. Amén.

Exorcismo:
Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario,
legión, concentración y secta diabólica,
en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo,
para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios,
de las almas creadas a imagen de Dios
y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero. En adelante no oses, perfidísima serpiente,
engañar al género humano,
perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos
y cribarlos como el trigo. Te lo manda Dios Altísimo,
a quien en tu insolente soberbia
aún pretendes asemejarte,
“el cual quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad” (II Tim. 2).
Te lo manda Dios Padre te lo manda Dios Hijo;
te lo manda Dios Espíritu Santo.
Te lo manda la majestad de Cristo,
el Verbo eterno de Dios hecho hombre,
quien, para salvar a la estirpe perdida por tu envidia,
“se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme,
y reveló que,
los “poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20).
Te lo manda el santo signo de la Cruz
y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana.
Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad
desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza.

Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles.
Te lo manda la sangre de los mártires
y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica,
te conjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero,
por Dios santo, que “de tal modo amó al mundo
que entregó a su unigénito Hijo,
para que todo el que crea en Él no perezca,
sino que viva la vida eterna” (Juan 3);
cesa de engañar a las criaturas humanas
y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres.

Retrocede ante Cristo,
en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia
una, santa, católica y apostólica,
la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre.

Humíllate bajo la poderosa mano de Dios.
Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros
el santo y terrible Nombre de Jesús,
ante el que se estremecen los infiernos,
a quien están sometidas las Virtudes de los cielos,
las Potestades y las Dominaciones;
a quien los Querubines y Serafines alaban
con incesantes voces diciendo:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.

Señor, escucha mi oración. 
R. Y llegue a Ti mi clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).

Oremos. 
Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles,
Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas,
Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles,
Dios de los Mártires, Dios de los Confesores,
Dios de las Vírgenes,
Dios que tienes el poder
de dar la vida después de la muerte,
el descanso después del trabajo,
porque no hay otro Dios fuera de Ti,
ni puede haber otros sino Tú mismo,
Creador de todo lo visible y lo invisible,
cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad
se digne libramos eficazmente y guardamos sanos
de todo poder, lazo, mentira y maldad
de los espíritus infernales.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén. 
De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.

(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).
Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres, perdona nuestros pecados (Tobías 3, 3). Amén 
Padre nuestro…. 


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